Los hijos como armas de guerra en la separación.



En la pareja, o la ex-pareja, es chantaje emocional es especialmente dañino, pues los niños son víctimas indirectas o directas, o claramente, el arma que se usa para amenazar o hacerle daño al otro.

Cuando uno de los padres reclama que el hijo quiera estar con él más tiempo para demostrarle que le importa todavía o cuando emponzoña al hijo contra el otro contándole el daño que ha hecho a la familia por querer una separación, se está usando el chantaje para manipular al pequeño.

Pero también, cuando se amenaza a la pareja con que no verá más a sus hijos o los volverá contra él si se rompe el matrimonio, se hace también chantaje usando a los niños como arma.

Y, desgraciadamente, esto se cumple a veces, impidiendo una relación normal entre los hijos y el padre ausente, o, al contrario, poniendo trabas para que el niño pueda acudir a su madre cuando "le toca" estar con el padre aunque el pequeño la necesite.

Cuando hablamos de un bebé o de un niño chiquitito que tiene como figura de apego fundamental a su madre separarlo de ella a la fuerza, cuando es obvio que la necesita, es una manera, también, de usar al niño como arma para hacerle daño a la madre o mantenerla sumisa.

Cuando el niño es lactante, todavía estremece más como puede un padre perjudicar a su hijo con tal de hacer valer unos derechos o dañar a su ex-pareja.

También, obviamente, sucede lo contrario, la madre que trata de poner dificultades para una relación normal entre el padre y el hijo.

Cuando hay una separación, siempre que el otro miembro de la pareja no maltrate al niño o descuide su cuidado, hay que hacer un esfuerzo para no descargar el rencor en el hijo. Siempre habría que ser capaces de poner el beneficio del niño por encima de nuestros deseos y no usarlo como arma contra el otro progenitor.

Todo esto, por supuesto, perjudica a todos, pero especialmente a los niños, armas y víctimas a la vez del chantaje emocional, pero seguramente, y esto es lo que no solemos ver, no es una experiencia nueva para ellos.

El chantaje emocional usando a los niños como arma es algo muy serio, pero no lo es menos que el usar el chantaje emocional hacia los propios hijos.

Seguramente los padres que usan a un niño como arma ya los habían chantajeado muchas veces antes de llegar a esto, pero, egoístas, los adultos solamente son capaces de reconocer el chantaje si la víctima es un adulto y minimizan la violencia emocional cuando la víctima directa es el niño.

El chantaje emocional ocurre en todas las relaciones humanas. Los padres, los abuelos y los educadores lo utilizan contra los niños y los niños lo pueden aprender de ellos. También los adultos lo usamos unos contra otros y la manera más dañina para los niños es cuando unos padres lo utilizan entre ellos o lo usan para dañar al otro progenitor, tanto si son pareja como si ya no lo son.

En todos estos casos, los niños, incluso los que incorporan esta forma de relación hacia los adultos o hacia sus amigos, son víctimas, si lo reciben, por recibirlo, si lo usan, porque han sido seguramente chantajeados y han asimilado esta práctica como normal y aceptable, ya que si lo hacen sus padres no puede estar mal.

Todo este chantaje con el niño como arma y como víctima indirecta es seguro, horrible y triste.

En este caso si sabemos que también el niño sufre y nos indigna, además, que alguien chantajee a otro con emociones como el miedo a perder a una persona amada .

¿Nos remueve igual por dentro si a quien se amenaza con perder el amor es un niño y el que amenaza es su padre o su madre? Chantajear emocionalmente a un niño es igual, o más grave, que chantajear emocionalmente a un adulto.

La edad de la víctima o la autoridad del progenitor no invalida el hecho de que el chantaje emocional es una manipulación y una forma de violencia emocional.
Una comunicación positiva y respetuosa, paciente, es una manera de poner las bases de una emocionalida sana y de una familia capaz de amarse sin dañarse.

El que las amenazas no se cumplan, puesto que el niño, inocente, no lo sabe, no hace tampoco más leve el chantaje. Si un niño cree que su madre le dejará de querer si no se come la sopa, el chantaje es real y el niño, dominado por el miedo, se comerá la sopa para no perder el amor de su madre.
Esa es la clave, cuando el chantaje emocional se realiza contra un niño, contra nuestro hijo, no es menos grave que si se realiza contra nuestra pareja.

Es peor, mucho peor, aunque nuestros padres nos lo hicieran o lo haga todo el mundo y los niños sobrevivan. Es peor porque la personita que es chantajeada no tiene defensas contra esto, es más, confia, cree, en lo que sus padres le dicen y no hay nada que tema más que perder su amor y su respeto.

Hay muchas maneras de usar el chantaje emocional contra los niños mucho más habituales, normalizadas pero igualmente dañinas para ellos, pues suponen, igual que cuando lo hacemos contra un adulto, violencia emocional que manipula y que deja huella en el pequeño, abocándolo a convertirse él mismo en otro chantajista.

Tomar a los hijos (pequeños o grandes) como objetos de venganza, saña o chicana hacia un/a ex esposa/o, es uno de los recursos más bajos y egocéntricos que pueden tener los padres hacia los chicos.

Los mismos que pueden padecer trastornos físicos, evolutivos y de aprendizaje al verse en la mitad del fuego cruzado.

Ya sea por cuestiones de dinero, estilos de vida diferentes, concepciones opuestas sobre la educación o la crianza, los padres pueden llegar a poner en peligro el bienestar interno de sus hijos, cuando se separan o divorcian si no se corren del centro de la escena y piensan en los chicos.

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